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La hierba
lleva al aguacero sobre miríadas de espaldas
y sostiene el suelo con pies innumerables.
La hierba trabaja infatigable y no vacila,
se abre camino o lo escala
y a cada amenaza contesta creciendo.
La hierba quiere al mundo como a sí misma
y hasta en los tiempos duros es feliz.
La hierba corre echando raíces, viaja
de pie,
congregada, innumerable, profusa.
La hierba acompaña al hombre
y se inclina ante el recuerdo
que entra en el olvido.
(...)
Artur Lundkvist, Vida como hierba.
(de Octavio Paz, Versiones y Diversiones)