16 de juliol 2009






(c) Manel Armengol, 1980. Ref C 789






Me enseñó (el doctor Fraenkel) a comportarme como sano, estando enfermo. Me dio la confianza y el ánimo constante para, a pesar de todo, intentar rendir lo que estuviese en mi mano. (...) Me explicó cómo debía comportarme frente a los médicos y por lo mismo frente a él; que no debo dejarme intimidar por la sociedad ni por sus exigencias, sino medir el mérito de mi trabajo por lo que realmente puedo; que no he de considerarme enfermo sino (...) llevar una vida con conciencia de sano.

(...)

Su existencia se convirtió para mi en la experiencia fundamental... En el trato con cada uno de sus pacientes poseía en mi opinión una capacidad insospechada de acomodación. Sacrificando su propio yo, se ponía en el lugar del otro; pero con la ventaja de una inteligencia clara, realista, que le abría perspectivas mayores que las del enfermo a quien quería ayudar. Era capaz de entrar dentro del mundo de cada uno de sus pacientes con sus necesidades, valoraciones y sus objetivos peculiares, como si él, por un instante, fuese totalmente uno con el enfermo. (...)

Tenía un estilo propio y, apartándose de rellenar sus tratamientos con psiquiatría o psicología baratas, sabía sumergirse en la amplitud del mundo, vivir con éste la plenitud y mantener su juicio abierto a la multitud de posibilidades. Su inteligencia estaba sostenida por una ingenuidad genial, y su capacidad de adaptación recibía el impulso de la derrochadora bondad de su corazón. (pag. 191-193)


Karl Jaspers, Entre el Destino y la Voluntad. Ediciones Guadarrama.






(c) Manel Armengol, 1982. Ref. C 196




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