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Ya que a nadie le ha sido concedido escapar del sueño, aceptémoslo. Tratemos únicamente de que sea bueno. Los hombres odian, brutalizan, golpean, mienten. Fíjate en cualquier civilización, antigua o moderna, fíjate en cualquier siglo, el tuyo o cualquier otro, y no verás más que impostores, batalladores, conquistadores, truhanes, asesinos, verdugos, malvados, hipócritas; todo eso sonámbulo. Déjalos con sus encarnizamientos y sus satisfacciones en su nube sangrienta. Deja a las cosas violentas y a las cosas ciegas su inútil furia de huracán. Las pasiones del hombre en tempestad, ¡qué lástima, y con qué fin! Simulacros persiguiendo quimeras. Déjales su sueño a esos fantasmas. Tú, comparte el pan con los niños, mira si alguien a tu alrededor va con los pies desnudos, sonríe a las madres que crían a la puerta de las chozas, paséate sin malevolencia por la naturaleza, no aplastes sin saber por qué la flor de la hierba, perdona a los nidos de pájaros, examina de lejos a los pueblos y de cerca a los pobres. Levántate para trabajar, acuéstate con la oración, duerme del lado de lo desconocido, ten por almohada al infinito. Ama, cree, espera, vive, sé como el que tiene una regadera en la mano, sólo que tu regadera sea de buenas obras y de buenas palabras. No te desanimes, sé mago, sé padre, y si tienes campos, cultívalos, y si tienes hijos edúcalos, y si tienes enemigos, bendícelos, con esa dulce autoridad secreta que concede al alma la paciente espera de auroras eternas. (pag. 76)
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El promontorio del sueño. Victor Hugo. Edición de Victoria Cirlot. Siruela 2007.
Bien, lo intentaré!
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